La oposición necesita un liderazgo fuerte
- Somos MX
- 15 may 2019
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Actualizado: 16 may 2019
Por Alberto López (@AlbertoLDC)

Para nadie es una sorpresa que la jornada electoral del primero de julio de 2018 cambió el rostro de México y el escenario político que vivimos es nuevo para todos; quienes ayer estaban en el centro de la toma de decisiones hoy miran al gobierno desde las gradas y aquellos que ayer criticaban con fervor las políticas públicas ahora se esfuerzan por justificar las decisiones gubernamentales argumentando la complejidad de los temas. En medio del tsunami abrumador que representó el triunfo de Morena en 2018, algo parece ser claro: hoy todos asumen roles para los que no están preparados.
El gobierno ha convertido al Estado en un ente adelgazado artificialmente con un altísimo riesgo de volverse inoperante; sin embargo, se sostiene con la alta aprobación que ronda el 60% de los ciudadanos, la cual se explica por una gran diversidad de factores entre los que se pueden destacar el altísimo grado de corrupción de la administración anterior, la terrible desigualdad que persiste en el país y el incremento del precio de los combustibles. Por su parte, la oposición parece no entender cuál es su papel en el sistema político actual lo que hace que desaparezca de la agenda pública, salvo cuando se une como bloque como lo ha hecho en el Senado de la República en algunas pocas ocasiones.
La democracia requiere una oposición fuerte, responsable y propositiva, particularmente ante el panorama actual en el país que a muchos nos preocupa: vemos instituciones del Estado parecen alinearse con el gobierno buscando congratularse con el presidente; hay voces contradictorias dentro del Gabinete; las decisiones gubernamentales no tienen fundamentos muy claros; entre otros. Es en este panorama en el que los liderazgos de oposición tienen dos tareas fundamentales: escuchar a los ciudadanos y hacerse escuchar en la opinión pública señalando y proponiendo, pero también debatiendo y dialogando porque una fuerza política opositora responsable debe saber cuándo respaldar una decisión acertada pero también debe marcar una agenda propia.
Cuando escucho los discursos de los partidos políticos en los debates del Congreso me apena demasiado no sentirme representado por ninguno, porque por un lado veo un oficialismo lleno de soberbia que ha abandonado la razón y aplaude cualquier decisión tomada desde el Ejecutivo Federal, pero por el otro una oposición fragmentada que es incapaz de articular una comunicación clara que conecte con los ciudadanos de a pie, particularmente cuando son tan obvias las razones por las que las decisiones del gobierno son erradas; es decir, parece que la oposición tiene mucho que decir pero carece de una voz para hacerlo. De repente hay destellos de razón en ambos lados, se detienen reformas dañinas al país, el oficialismo parece tener la disposición de sentarse para alcanzar consensos, pero poco después la «aplanadora» morenista se hace sentir y termina imponiéndose la voluntad presidencial.
Hay un indicador preocupante: cuando las voces más férreas vienen de la sociedad civil o de los Gobernadores, quiere decir que algo están haciendo mal los partidos opositores en el Congreso. La teoría internacional indica que cuando los países están demasiado ocupados en atender la política interna, la proyección al exterior queda en segundo plano; mucho me temo que es precisamente lo que experimentan los partidos políticos tradicionales, se encuentran demasiado ocupados atendiendo sus problemas internos. El PRI se encuentra sumergido en una profunda crisis de identidad, en su interior se fragua una guerra por el control de lo que queda del partido, sus estructuras clientelares desaparecieron y enfrenta el enorme reto de reconfigurarse para mostrarse como una opción, cuando menos, presentable ante los ciudadanos. Por su parte, el PRD, caracterizado por sus violentas luchas internas, se encuentra sumamente desdibujado tras la partida de muchos de sus liderazgos al proyecto de MORENA.
Pero, en mi lectura, el PAN tiene un panorama más complejo. Recordemos que Acción Nacional es un partido de ideología humanista que se funda hace 80 años con objetivos claros entre los que destacan la generación de las condiciones para que el sistema político mexicano dejara atrás el caudillismo y fortalecer la institucionalidad democrática. La historia demuestra que el partido azul es una fuerza política que ha aportado mucho a la democratización del país, en parte, porque el primer gobernador de oposición emanó de sus filas, impulsó diversas reformas constitucionales en materia político-electoral que fueron benéficas para la democracia y encabezó la primera alternancia en la presidencia acabando con los 70 años de gobiernos priístas.
Lo que me sorprende es que, pese a que hoy el PAN es la primera fuerza opositora en el Parlamento, y que sabe lo que es enfrentar a un partido hegemónico y autoritario, parece haber perdido el rumbo; necesita urgentemente encontrarse, reinventarse y renovarse para luchar contra la improvisación y el presumible proyecto de retorno al partido de Estado que encabeza López Obrador. No considero que debe hacerlo por la mera supervivencia del partido o de sus dirigentes, sino por el bien de la democracia mexicana porque el PAN se lo debe a México.
Contrario a lo que muchos apologistas de la Cuarta Transformación defienden, la hegemonía de un partido político nunca ha sido benéfico para la democracia; los contrapesos no pueden venir del interior de un mismo partido político sencillamente porque está bajo un solo liderazgo; los casos de corrupción del sexenio pasado demuestran que un empleado jamás señalará los ilícitos de quién lo nombró, así sucedió con Virgilio Andrade o Arely Gómez, ex titulares de la Secretaría de la Función Pública. Los contrapesos internos son una falacia.
Me da la sensación que, Acción Nacional le tiene miedo a su propia historia, pero tampoco está dispuesta a ampliar su panorama y buscar al ciudadano común. Somos muchos los mexicanos que no simpatizamos con el gobierno de López Obrador y que buscamos una fuerza política que haga suyas nuestras voces y las lleve a la mesa donde se toman las decisiones, pero la sociedad mexicana es diversa en ideologías y credos. Por ello, el PAN debe dejar su dogmatismo para tomar la democracia y los derechos humanos como banderas para enfrentar a un gobierno al que no le gustan las voces críticas.
La desinformación no se combate con censura, sino con información, así que la oposición debe ser el vehículo que provoque el partido oficialista se enfrente con la realidad; no parece una tarea tan compleja, pero se hace complicada cuando no hay voces presentables que la lleven a cabo.
Frente a López Obrador, nuestro país requiere liderazgos de oposición serios que planten una alternativa real al proyecto morenista, pero considero que para dar ese paso, Acción Nacional debe reconocer los errores cometidos en el pasado y asumir con orgullo los aciertos de sus gobiernos, porque los tiene, ya que los ciudadanos queremos ver a un partido de oposición con un proyecto viable de país. Hoy ninguno lo tiene.
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