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Coincidir en tiempos de la 4T

  • Foto del escritor: Somos MX
    Somos MX
  • 4 jul 2019
  • 4 Min. de lectura

Por Alberto López (@AlbertoLDC)

Hace unos días recordé una pinta callejera que decía "para llevarse bien no se necesita tener las mismas ideas sino el mismo respeto", creo que, en el contexto de polarización social que priva en el debate político de nuestro país, es más que oportuna.


Como lo dije semanas atrás, es innegable que vivimos una verdadera revolución en el sistema político mexicano, si el resultado es positivo o negativo aún contamos con muy pocos elementos para hacer tal valoración de manera objetiva, como diría el clásico, «sin filias ni fobias».


Personalmente no soy un optimista de la 4T, no hice campaña a favor de López Obrador ni comulgo con la mayoría de sus políticas públicas; sin embargo, reconozco que es un personaje que, para bien o para mal, marcará la historia de nuestra nación.


Siempre reconoceré en Andrés Manuel su persistencia, no debe haber sido fácil sostener una lucha (que muchos pueden llamar campaña política) durante 18 años, pero un número importante de sus decisiones de gobierno no me parecen el camino correcto para México.


Desde mi perspectiva lo noto ensimismado, cerrado, a la defensiva, intolerante y falto de autocrítica. No me agradan muchos de los personajes que lo rodean pues representan, aunque no sólo ellos, lo peor del "viejo régimen" priísta. Sin embargo, tampoco me considero un opositor recalcitrante pues creo que tengo la capacidad de reconocer lo que considero correcto.


Pero es innegable que la 4T ha traído un ambiente de polarización y crispación que honestamente me parece innecesario; jocosamente recuerdo aquella no tan lejana época en que la mayoría coincidíamos rechazando al PRI, incluso burlándonos de todo cuanto hacía Peña Nieto. Hoy, parece que hemos perdido hasta el sentido del humor.


Tengo amigos y conocidos que considero personas brillantes, pero me pesa ver que la dinámica ideológica nos aleja, aquellos con los que ayer coincidía en las necesidades fundamentales que se deben atender en México, hoy parece que se encuentran en posiciones diametralmente opuestas a las mías. Cada vez son menos las veces en que tenemos puntos de encuentro.


No tengo empacho en decirlo. De este gobierno aplaudo la intención de no dejar a nadie atrás, de dar a los jóvenes menos afortunados una esperanza en un futuro un poco más alentador, de querer erradicar las injusticias, el influyentismo y las decisiones de unos cuantos que se asumían como dueños de nuestros destinos. Reconozco como un avance la inclusión de las minorías porque, pertenezcamos a ellas o no, siempre será un síntoma de una sociedad que progresa.


Pero tengo un serio conflicto con las formas: hacer recortes indiscriminados que los cercanos a López Obrador han reconocido como excesivos y cerrarse a dar marcha atrás me parece una verdadera equivocación. Instrumentar programas sociales cuyos avances no se pueden medir es un despropósito; todo el que ha estudiado un poco de administración pública sabe que lo que no se puede medir, no sirve.


Pero lo que más me preocupa es el discurso de odio que, muchas veces, parece ser el combustible del gobierno morenista. Haciendo un esfuerzo de memoria, no encuentro esta retórica en los tres últimos gobiernos. Si bien, las administraciones de Fox, Calderón y Peña tuvieron errores graves, no identifico un elemento de división social como el que inyecta a la sociedad el actual presidente.


La consecuencia inevitable de ese discurso es que cada vez la brecha entre nosotros mismos se hace más grande y temo que llegue un momento en que, al mirarnos, no podamos identificarnos como parte de un mismo contingente, como mexicanos.


Seguir ciegamente una idea es dañino e incongruente con la naturaleza misma del ser humano que todo lo cuestiona. Tanto daño le hace a la sociedad mexicana oponerse fanáticamente a todas las decisiones de la 4T como aplaudir de forma ciega toda política pública aunque sea evidente el error.


En una comunidad tan plural como en la que vivimos, debemos aprender a respetar al otro con sus creencias e ideologías; para poder convivir con el de enfrente no debe comulgar con mis mismas creencias o posturas ideológicas, eso raya en el sectarismo.


Dicen los rabinos judíos que «el otro tiene derecho a estar equivocado» y me parece una gran lección de convivencia; aunque no coincida con las posturas del otro, tienes derecho a luchar por ellas. No podemos exigir tolerancia hacia nuestras ideas y actuar de forma intolerante contra las de los demás, eso es tener doble moral.


Celebro que vivamos en un mundo libre donde todos tenemos libertad de pensamiento, pero no concibo que se use la investidura presidencial para dividir a los mexicanos etiquetándolos de forma artificial a conveniencia política.


Encontrar puntos de coincidencia no significa traicionar nuestros ideales, sino que es un síntoma de que tenemos capacidad de dialogar porque lo que enriquece el debate no es imponer nuestros puntos de vista sino alcanzar consensos.


Finalmente, espero que nuestra capacidad de raciocinio nos permita coincidir más a menudo porque todos estamos en el mismo barco llamado México; recordemos las palabras de Lorena Barriga, «o cambiamos como sociedad y salimos a flote, o seguimos igual y nos hundimos juntos».

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