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La izquierda que nos gobierna

  • Foto del escritor: Somos MX
    Somos MX
  • 29 may 2019
  • 3 Min. de lectura

Por José Manzano (@Manzaano)

El primero de julio fue un suceso histórico porque llevó a la izquierda mexicana por primera vez al poder por la vía electoral. Nuestra izquierda, centralizada en la figura de Andrés Manuel López Obrador, está materializada en un partido: Morena. Sin embargo, posiblemente podría ser definido mejor como un partido-movimiento popular, en el que converge una amplia gama de colores y sabores unidos con la esperanza de un cambio sustancial y verdadero en nuestro país. Para muchos, el cambio significa la ruptura tajante con el periodo neoliberal; para otros, el cambio significa la redignificación de la política mediante la introducción de aspectos éticos y morales en torno a la función pública; para otros, significa acabar con la corrupción y las malas prácticas del antiguo régimen y, probablemente para la mayoría, significa la necesidad de tener un gobierno verdaderamente preocupado por las condiciones en las que vive la mayor parte de la población mexicana.


Si Morena es una amplia gama de colores y sabores, las simpatías por Andrés Manuel son aún más diversas. El llamado obradorismo data de 10 años antes de la fundación de Morena y retrata el apoyo a la figura y el proyecto que representa nuestro actual presidente.


A lo largo de estos años, académicos tanto extranjeros como mexicanos han querido definir o etiquetar al obradorismo -y hoy a Morena- sin mucho éxito. No existe un consenso claro sobre lo que es y significa Morena en la academia. Usualmente, dependiendo de la aspiración o interés de estudio del académico, será la definición que escojan para el movimiento. Quienes tienen reservas en cuanto a la vocación democrática de AMLO lo han catalogado en múltiples ocasiones como un populista y en un millar más lo han querido comparar con gobiernos autoritarios y al borde del colapso –en su momento lo hicieron con Chávez y ahora con Maduro-. Por otro lado, quienes simpatizan con el movimiento buscan romper con las definiciones tradicionales de la academia anglosajona y exploran otras escuelas de pensamiento para tipificar y ubicar mejor a Morena y al obradorismo dentro de un amplio espectro de fenómenos políticos.


Más allá de las divergencias de opinión sobre Morena, si en algo hay consenso, es que este movimiento está ubicado a la izquierda del espectro político. Sin embargo, lo que lo vuelve un caso tan sui generis y particular, es que, antes que un partido de izquierda es un movimiento popular que encuentra en su líder, Andrés Manuel López Obrador, un cambio profundo en la forma de hacer y entender la política. Más allá de un proyecto ideológico, la razón por la que Morena es un movimiento tan diverso es porque el apoyo a Andrés Manuel lo es aún más.


De la misma manera, Andrés Manuel es más un líder popular que ha caracterizado por un discurso de ruptura con el antiguo régimen, haciendo referencia al periodo de los presidentes neoliberales. En ese sentido, su discurso, además de converger con ideas de izquierda, también ha sido catalogado como anti sistémico, al haberse presentado como una alternativa real y significativa.


Estos rasgos que menciono son precisamente para ilustrar que la izquierda que nos gobierna no puede ser explicada desde un libro de texto o cualquier “Manual de Ciencia Política”. El fenómeno político llamado Morena vislumbra una serie de nuevas definiciones que habrá que tomar en cuenta para el futuro. Tales particularidades se materializan en el actuar del gobierno, pues es claro que en algunos aspectos la ruptura con el neoliberalismo es clara y que, como alternativa, se gira hacia un horizonte progresista; tal como en el caso de la reducción de los privilegios en el servicio público; el reconocimiento de realidades e identidades antes no escuchadas (pueblos originarios); el aumento del gasto destinado a programas sociales, entre otros avances.


Sin embargo, en otros aspectos la ruptura no ha sido así y, en ocasiones el gobierno se ha visto tanto pragmático (suspensión del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México) como en otras incluso incongruente con las ideas de otras izquierdas en el mundo (falta de agenda ambiental y recortes de presupuesto que amenazan el buen funcionamiento del aparato estatal).


Lo cierto es que la izquierda que nos gobierna es un estudio de caso muy particular que resulta imposible de ser estudiada desde el dogma y el fundamentalismo ideológico. Debemos entender a Morena con todas sus aristas y dimensiones y, probablemente, llegaremos a observar que varias de estas distinciones son precisamente las que coadyuvaron para su llegada al poder. En un mundo donde los partidos conservadores e incluso la ultraderecha no dejan de ganar elecciones, nuestra izquierda debe ser un ejemplo para otras en el mundo que cayeron en el conformismo del liberalismo acartonado que hoy está en crisis o bien, pecaron de ineficacia para gobernar.

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